ELSA

Sí, hablo de ti, pequeña. Te hablo a ti. Rubita, charlatana, con rizos perfectos y encantadora niña. ¿Sabes qué? Me encantaría que algún día dijeras a tu madre que quieres ser escritora. Te animaría tanto a que lo hicieras. Ojalá crezcas rodeada de letras, cuentos, historias inventadas, de palabras que den sentido a tu vida, de amores, de magia, de momentos que no quieras borrar y de frases que quieras guardar con llave para siempre.


Como mujer que fue también una niña como tú y que quiso empezar escribiendo el mundo desde otra perspectiva más cuidada, más adornada y mucho más endulzada, déjame decirte algo: lo mejor de las historias no es escribirlas, es vivirlas. La mejor parte de inventar es esa que dejas que se convierta en realidad...

Ninguna ficción es solo ficción. Quien escribe una frase desea vivir en ella para siempre. Sus recuerdos y sus miedos quedan ahí para siempre. Y tú, si llegas a escribir algún día, lo sabrás. Lo sabrás cuando las horas te enseñen el valor de la música, el olor del mar, cuando alguien te deje sin aliento, cuando exista alguien que por el contrario, quiera herirte, no necesitarás nada más que escribir para librarte de ella. Esa será tu batalla. La que tengas frente a un folio en blanco sin saber muy bien por dónde empezar. Y te darás cuenta que a veces no es fácil, ni todo es cuento de hadas. 

Lo sabrás cuando aprendas que las caricias rompen de vez en cuando y que los golpes sellan mucho más de lo que creías.

Te apetecerá escribir cuando algo se cierre, pero sobre todo cuando te cierres tú misma y te des la vuelta como un calcetín. No te agobies, será pasajero. Enseguida querrás escribir de nuevo cuando necesites hacer un sentimiento eterno, cuando no quieras olvidar algo bello, o cuando la felicidad sea tal que tengas que hacerla palpable de algún modo.

Cuando seas mayor… dentro de poco, verás la escritura desde otro punto de vista. Entenderás que es maravilloso escapar de este mundo. Que todos los comienzos tienen su final, pero sobretodo, que te permiten volver a empezar. Si decides escribir, sentirás algo tan mágico que ya nunca más querrás sentir nada parecido. Y se te erizará la piel cuando te des cuenta que eres tú la que genera esa magia, y suspirarás de alegría, y te darás cuenta de cuanto vales. De lo que valen tus perdones, tu saber estar, tu diversión, tus pensamientos y lo mejor de todo, tu sonrisa. Y volarás. Y también te enfadarás cuando tus dedos no se deslicen por el teclado. Ten paciencia, saldrá.

Busca que esté ahí, busca que salga, busca que cuente.

Sea como sea, escribas, cantes, pintes, bailes, busca que cuenten todos los días de tu vida. Haz que sea tan especial como lo eres tú.

Y sueña. Aunque te digan que no sirve de nada, que es una tontería; aunque se rían, tú solo preocúpate de soñar. No te guíes por la persona que trate de desviarte del camino. Nunca oigas consejos que hagan que te desprendas de tu sencillez y grandeza, de tu esencia.
Nada que salga del corazón debería ser modificado por ninguna opinión, recuérdalo siempre, nada.


Sé que ahora eres muy pequeña, pero lee esto cuando seas mayor. Lee esto cuando no entiendas por qué te da por escribir sin más, o por llorar, o cuando no sepas dónde estás, dónde quieres ir. O cuando lo sepas y necesites un empujón. Cuando pienses que nadie en el mundo te entiende por algo que decidas hacer.

Lucha, da patadas, grita en medio del campo. Haz todo lo posible por vivir como realmente quieras. Y si caes en el intento, no pasa nada, empieza de nuevo, otra vez, como si nunca antes lo hubieras hecho, con tanta fuerza y energía como la primera vez.

Haz de tus cuentos una realidad, de carne y hueso, contigo de protagonista. Y serás la mujer más privilegiada del planeta.

Y me encantará verlo.

Y me encantará que tengas esto en tu mesita de noche y te acompañe siempre, como una herramienta de auxilio, como tu botiquín de palabras. Por si las mías no me salen al observarte. Porque es lo que me pasa. Paralizas todo mi cuerpo cuando estoy contigo, princesa.


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