Diario de

No soportaba la idea de una despedida, pero cuando se forzaba a imaginarla, en un día de lluvia, con su álbum de fotos, la suponía triste y melancólica, como ya había sido la primera y última vez entre ellos.


Se marchó después de dieciochos días enamorados, recorriendo calles sorprendentemente interminables, visitando lugares insólitos, riendo en cada esquina, en cada boca de metro. Admirándose, mirando de un lado a otro, para enamorarse aún más. Disfrutando del sol que los iluminaba en cada paseo, divirtiéndose en las noches con luces de colores y escaleras rojas. Sonriendo otra vez, en cada amanecer. Inmensamente felices de estar juntos.


Un amor que arrasaba con todo. Una historia acelerada y caótica, sin paciencia. Una ansiedad contenida por ver más allá de los enormes edificios.