I Concurso de cartas Ojos Verdes Ediciones “Cartas que nunca escribiste”
Un pequeño sueño se hacía realidad.
Y publicaron un libro con todas las cartas seleccionadas.
Esta es la mía:
TINTA AZUL
Déjeme contarle, madre, que si
sólo por un momento, se quedara a leer, reconocería la importancia de un primer
párrafo. Reconocería tanto esfuerzo, tanto amor edificando este sueño. Quien
escribe, quien tiene la valentía de comenzar un primer párrafo, desea tardes en
un porche, forrando de palabras sus recuerdos. Desea partes que se encuentran
inacabadas, que vuelven a unirse sin más en el asiento de un avión. Historias
cruzadas que vuelven a empezar cuando ni usted sabía que terminaban. Queriendo
pero sin querer. Casi rozándose. Un primer párrafo con una razón que usted
conoce, porque usted me conoce. Porque sabe que nada escrito vuela en el
olvido. Cuánto temor. Cuánta ilusión.
¿Y ahora?
Ahora, querida madre. Déjeme decirle que el
arte, la pluma de un escritor, el portátil de una soñadora, el guión de una
creadora de fantasías, esos libros que vendíamos en mitad de la calle a precio
de una sonrisa. Todo eso es lo que movía el mundo. Mi vida. Y también la suya.
No cambiarían convicciones políticas, ni crearían menos conflictos, ni darían
para el sueldo de toda una familia. Pero movían lo que realmente cuenta. Movía
a las personas a querer ser mejores personas, las empujaba a olvidar, a
navegar, a rediseñar, a inventar nuevos objetivos e intentar luchar en otras
batallas. Aprendían a entender, a leer, a imaginar, a estudiar y lo más
importante de todo: a crecer. Eso, madre,
no se compra, ni se vende.
Usted me enseñó el poder de las
palabras. La emoción de vivirlas en primera fila, justo enfrente del cóctel de
sentimientos que desprende nuestro hogar. Ese olor inconfundible del que aún no
me despojo.
Déjeme explicarle cómo se leen
los últimos párrafos desde aquí. Tan lejos. Tan cerca. Y qué complicado
resulta.
Aquí llueve y hace frío sin usted.
Aquí todo es de un mismo color. Aquí no necesitas cobijo, ni banderas que izar,
ni ladrillos para construir. Desde aquí, solo hace falta una brocha, pintura
azul y remordimiento. Inquietud. Pesadumbre. Una torturada conciencia.
No crea usted que algún día tendrá
las respuestas que necesita. Quizá nunca las tenga. Quizá nunca las encuentre.
Porque nada tiene la respuesta que esperamos. Que no siempre se mantienen los
principios, ni siquiera los finales. Así que, no piense usted, madre, que
porque no suspire a su lado, en ese mismo bando; si no miro a través de su
ventana, sino me mantengo bajo el mismo techo, no me mojo en la misma lluvia.
No crea usted, madre, que podré olvidar todo lo que me ha entregado. Que un
alma como esta solo se llena de vida cuando usted respira.
¿Y ahora?
Permítame mostrarle con esta
carta, lo interesante que resulta, encontrar la importancia de mantener los
recuerdos escritos.
Que necesito escribir lo que
siento para entender que lo he sentido. Y que he aprendido. Y que he amado. Y
que no ha sido un sueño. Que todo lo vivido queda enmarcado en algo mejor que
los sueños: la memoria.
Julie-
Precioso, Julia. Bonita carta. Me encanta como escribes. Que bien empresas los sentimientos, las vivencias... que bien las pausas. Gracias, porque podria tomar prestadas tus palabras durante 5 minutos para expresarlas a mi madre, allá donde esté. Enhorabuena por este don. Aprovechalo y disfrútalo. Pero de nada serviría ese don, si no llevaras dentro esos sentimientos, esa fuerza, esa alegría... esa vida... ese "tu".
ResponderEliminarEFD
Yo tomo prestado este comentario tan bonito como fuente de inspiración! Gracias de corazón.
EliminarJulita, que gran descubrimiento! Detrás de esa gran sonrisa hay una gran escritora, no hay nada mejor que poder expresar los sentimientos. Mi enhorabuena! Un abrazo! Me ha encantado. no hay nada más importante que una mamá! Un besote. Patri
ResponderEliminarMuchísimas gracias! seguiremos en ello, expresando siempre esos sentimientos que a veces resultan complicados de digerir. Un beso y gracias de nuevo.
EliminarPrecioso Julia.
ResponderEliminar